En España, país líder en donaciones, solo el 8% de los habitantes tiene tarjeta de donante

Cuando una persona que ha donado sus órganos se muere, empieza una cuenta atrás para salvar una vida mediante el trasplante. Pero el deseo del donante de salvar una vida choca a veces con los deseos de los familiares, que en momentos tan críticos se niegan a seguir la voluntad del recién fallecido y se niegan a donar el órgano, ya sea por motivos éticos o religiosos. ¿Qué criterio debe prevalecer?


El 66,5% de los españoles se muestra predispuesto a  donar sus órganos, aunque sólo el 8,2% de ellos tiene tarjeta de donante; el 14,7% no donaría sus órganos, pero un 68,8% de ellos estaría dispuesto a recibir un trasplante en caso de necesidad; el 48,6% cree que se debe preguntar siempre a la familia si autoriza la extracción de órganos, mientras que el 41% asegura que sólo debe pedirse cuando se desconozca la voluntad del fallecido.

En caso de discrepancia, la mayor parte de la población (78,6%) espera que los familiares respeten la opinión del difunto, una proporción que se mantiene estable desde 1993. Estos son los principales resultados de la “Encuesta nacional sobre donación y trasplante”, presentados por el Ministerio de Sanidad.

Más de la mitad de la población, predispuesta a donar sus órganos

El 66,5% de la población española se muestra predispuesta a donar sus órganos, aunque sólo un 8,2% de ellos tiene tarjeta de donante, según los datos de la “Encuesta nacional sobre actitud de los españoles ante la donación 2006”, realizada por la Universidad Autónoma de Madrid para la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), presentados por el Ministerio de Sanidad y Consumo y la ONT.

Estos porcentajes apenas han experimentado variaciones desde 1993, año en el que un 64,5% de los españoles se mostraba dispuesto a donar sus órganos tras el fallecimiento, pese a que sólo el 6,2% tenía carné de donante.

España, líder mundial en donaciones

Han destacado el papel clave de los coordinadores de trasplantes en el crecimiento sostenido de la tasa de donación que se viene registrando en nuestro país desde hace años, y que ha convertido a España en líder mundial, con 33,8 donantes por millón de personas en 2006.

La encuesta de 2006 incluye una muestra de 1.206 personas mayores de 18 años. De ellos, el 47,6% son hombres y el 52,4% mujeres. La mayoría (70,1%) ha cursado estudios primarios-secundarios y en más de la mitad de los casos (56,2%) confiesan tener un nivel socioeconómico medio. La población emigrante está representada en la muestra en una proporción similar a la que existía en nuestro país en diciembre de 2005, según el INE (8,45%).

Ser donante, digno de admiración

Los españoles admiran enormemente a las personas que donan órganos.  Este sentimiento es prácticamente universal y apenas ha variado a lo largo del tiempo: el 96% de los encuestados en 2006 tiene una opinión muy buena o buena de ellos (el 95,3% en 1993, y el 97,2 en 1999).

Además, al igual que sucedía hace 13 años, al 91,5% le parecería bien o muy bien que un familiar suyo fuera donante.  Frente a esta opinión, sólo el 1,6%  y el 1,4%, respectivamente, verían mal o muy mal la donación de órganos en su familia.

No obstante, pese a la buena imagen social del donante y al elevado porcentaje de personas que se muestra favorable a la donación, el grado de compromiso público es todavía mejorable, especialmente si se tiene en cuenta que desde 1993 el crecimiento del número de personas con tarjeta de donante en nuestro país apenas ha crecido 2 puntos porcentuales (al pasar del 6,1% en 1993, al 8,2% en 2006).

Cada vez hay menos personas que se oponen totalmente a la donación

Por otro lado, la encuesta demuestra una ligera reducción a lo largo del tiempo del porcentaje de personas que se oponen totalmente a la donación, que ha pasado de un 17,6% en 1993 hasta situarse en un 14,7% en 2006. En este sentido, se da la paradoja de que, de todas las personas que en la actualidad dicen que nunca donarían sus órganos, el 68,8% se muestra dispuesto a recibir un trasplante en caso de necesidad.

El estudio temporal de las encuestas revela un incremento  de la proporción de ciudadanos que conocen directamente algún caso relacionado con donación de órganos o trasplante.

Así, el 20,9% de los entrevistados conoce a alguien que necesita un trasplante (frente al 14,2% de 1999), el 17,8% sabe de alguien que ha sido trasplantado (15,1% en 1999) y el 13,4% ha tenido contacto con algún donante (10,7% en 1999).

Información sobre donación y trasplantes

El análisis temporal de las tres encuestas revela un cambio paulatino en las fuentes de información sobre donación y trasplantes. En estos años ha descendido el porcentaje de personas que se informa a través de los medios  de comunicación (televisión, radio, prensa o libros). Pese a ello, para el 76,4% de los entrevistados la televisión sigue siendo, con gran diferencia, el medio fundamental de información, frente al 80,2% que se registraba en 1993.

Para el ministerio, la menor presencia social de los temas vinculados a la donación y el trasplante es fruto del proceso de normalización de los trasplantes: desde que se creó la ONT,  se han realizado en nuestro país más de 50.000 trasplantes de órganos sólidos.  Estas intervenciones que a principios de los años 90 eran excepcionales, en la actualidad forman parte de la vida cotidiana.

En cambio, en este tiempo ha aumentado la importancia de la familia y de los amigos como fuente de información (26,2% en 2006, frente a 22,1% en 1993), así como la de los profesionales de la Medicina (12,9% en 2006 y 8,5% en 1993), lo que supone una consolidación del  sistema de transmisión personal.

La encuesta también revela un ligero aumento en los últimos 6 años del uso de Internet, inexistente en 1993 e infrecuente en 1999, aunque para los ciudadanos los medios de comunicación digitales son  las fuentes de menor relevancia, sólo mencionada por el 4,2% en 2006.

En cuanto al nivel de información percibida en 2006, un 57,1% la considera  insuficiente, un 38,2% suficiente y un 4,7% no lo sabe.

Este porcentaje apenas ha experimentado variaciones en los últimos 13 años y lo mismo sucede en relación con el conocimiento sobre el coste de los trasplantes: más de la mitad de los entrevistados (el 55,8%) sigue ignorando el coste económico de este tipo de terapias, en comparación con otros tratamientos alternativos y cerca de un 35% desconoce su eficacia.

Varían las condiciones para desear recibir un trasplante

Las condiciones que los ciudadanos plantean para desear recibir un trasplante han variado sustancialmente en los últimos años. E

n 1999, lo más importante para la mayoría de los ciudadanos (el 67,6%) era “quedar en situación de poder trabajar tras la intervención”; un 20% pedía “poder valerse por sí mismo, aunque fuera considerado laboralmente inútil”, y apenas un 8,2% consideraba que lo más importante era “sobrevivir, aunque necesitara ayuda para el aseo y la alimentación”.

En 2006, para  el 55,4% de la población es prioritario “poder valerse por si mismo, aunque no se pueda trabajar” o “sobrevivir, aunque se necesite ayuda para la higiene y la comida”.

Por otro lado, para la mayor parte de los encuestados (47,5%) la gravedad del paciente sigue siendo el criterio prioritario a la hora de asignar los órganos disponibles, aunque la importancia de este concepto ha descendido con respecto a 1999 (56,4%).

Le sigue (con el 26%) las posibilidades de sobrevivir tras el trasplante, y el tiempo en lista de espera (14,7%). Como dato curioso, destaca el hecho de que para un 3,1% de la población, el criterio prioritario de distribución de órganos debería ser el tener carné de donante.

¿Debe primar la opinión de la familia o el deseo del difunto?

La encuesta también profundiza en uno de los elementos cruciales de la donación: el papel de la familia.  En este sentido, destaca el hecho de que  casi la mitad de los ciudadanos (48,6%) considera que el consentimiento familiar para la extracción de órganos debe pedirse de forma sistemática tras el fallecimiento, mientras que un 41,2% se muestra partidario de solicitarlo sólo cuando el difunto no haya expresado su voluntad de donar.

Ahora bien, ¿debe primar la opinión de la familia en el caso de discrepancias con el difunto? Para la gran mayoría de los ciudadanos (78,7%) no sería correcto que, llegado el caso, la familia no respetara la voluntad del fallecido.

Así, por ejemplo, en caso de negativa familiar,  6 de cada 10 entrevistados (60,6%) son partidarios de no respetarla, si el difunto era favorable a la donación. Sólo 1 de cada 4 personas (25%) considera que debe respetarse la negativa familiar, aunque se conozca de antemano la opinión favorable del difunto para donar, mientras que únicamente un pequeño porcentaje de la población (11,6%) se muestra indiferente ante la decisión que pueda tomar su familia, una vez fallecido.

En cuanto a la persona que debe ponerse en contacto con la familia para pedir la extracción de órganos, los ciudadanos creen que debe ser,  por este orden, el médico que trató al enfermo (45,9%), un profesional de la red de trasplantes (34,5%), y en tercer lugar,  un miembro del personal sanitario del hospital (8,3%).

Pocos comunican a su familia su predisposición a donar

La comunicación familiar sobre la donación es otro de los aspectos que se abordan en esta serie de estudios, puesto que se considera que cuanto más se habla de este asunto en familia, aumenta la predisposición a donar órganos.

Los datos obtenidos en 2006 ponen de manifiesto la existencia de un mayor nivel de intercambio de opiniones en el seno de la familia y una mayor concordancia entre las opiniones de los distintos miembros del grupo familiar.

Pese a ello, el porcentaje de ciudadanos que han comunicado a su familia  su voluntad en relación a la donación se mantiene estabilizado, en torno a un 41%.

A mayor edad, se observa una menor predisposición a donar

El nivel de formación es otro de los factores que parecen estar relacionados con una predisposición favorable a donar. El porcentaje de personas dispuestas a donar sus órganos o los de sus familiares aumenta conforme a su educación. Lo mismo sucede con la edad. A mayor edad, se observa una menor predisposición a donar.

También destaca la influencia del sentimiento religioso. Cuanto más arraigado es este sentimiento, se observa una mayor reticencia a la donación de órganos. En cambio, los datos de la encuesta no reflejan la existencia de diferencias significativas en cuanto al género de los entrevistados.


 Fecha de edición del texto: 15 de julio de 2007